Estaba decaído con el peso del mundo sobre mis hombros, cuando apareciste contándome tantas historias solo para hacerme reír.
Me invitaste una cena llena de alegrías y buenos recuerdos, me hiciste recordar cómo empezó nuestra amistad.
Fuiste un hermano cuando la depresión llamaba a mi puerta, eres el brazo que me ayudó a levantarme del desánimo.
Cada vez que conversamos siempre aprendo algo nuevo, he aprendido mucho de ti a pesar de las distancias.
Los años solo han demostrado que hay personas que son indispensables, que sin ellas la vida sería demasiado monótona.
Gracias amigo por todas las veces que estuviste para mí, por no olvidarme cuando muchos parecían hacerlo.
Los momentos que compartimos siempre terminan en risas, son especiales por su simpleza y honestidad.
Me has llamado la atención cuando lo merecía, con tu sabiduría me ayudaste a corregir mi camino a tiempo.
Hay tantas personas en el mundo, pero sin duda alguna me siento honrado de haber conocido a alguien como tú.
Las horas pasan entre carcajadas y experiencias que hemos acumulado en los meses que no hemos podido vernos.
Al terminar la velada agradezco a Dios por traer a mi vida a un amigo verdadero, de esos que son difíciles de encontrar.
Cuídate mucho viejo amigo, ya nos tocará reencontrarnos y como siempre será un gusto poder charlar y escuchar tus aventuras.
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