Los cambios tienen algo garrafal, pueden poner tu mundo de cabeza, te hacen desear que todo sea como antes y no sabes qué hacer.
Las personas somos seres rutinarios, por eso cuando algo ocurre y nos cambian el tablero de juego no sabemos cómo reaccionar.
Una noticia o un acontecimiento nos hace darnos cuenta que ahora nuestro panorama es diferente y que quizá nunca sea igual.
Rechazamos la idea de que las cosas cambiaron, tratamos de aferrarnos a lo que era, porque en el fondo nos duele o nos da miedo que suceda algo nuevo.
A veces es inevitable voltear y recordar, pero no se puede vivir del pasado, tenemos que aceptar el presente, tenemos que adaptarnos una vez más.
Los sentimientos obviamente estarán en lucha por un tiempo, la nostalgia aparecerá de vez en cuando, el enojo tratará de detener el avance.
Lo mejor que se puede hacer es pararse valientemente, mirar el panorama actual y al igual que un soldado correr hacia el frente para conquistar el presente.
La vida no es estática, no es predecible, no la podemos controlar por más que quisiéramos, así que más vale tener fe y confiar que al final todo irá bien.
No podemos detenernos, avancemos con paso firme, no olvidemos las cosas buenas que pasaron, hagamos que nos sirvan de inspiración para nuestro futuro.
Ánimo que los cambios son siempre difíciles al comienzo, pero esconden bastantes enseñanzas, y grandes tesoros que necesitamos obtener.
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