¿Has tenido esos días en que al llegar la tarde, te das cuenta que estuviste luchando para que todo saliera bien, pero al final nada salió como tú querías?
Yo entiendo mucho de eso, al igual que tú también he tenido esos días.
Y en días como ese desearía que alguien más me entendiera.
Desearía que alguien entendiera lo incómodo que es, cuando cuentas tus sueños al resto y solo recibes burlas de su parte.
Quisiera que los demás comprendiesen el terrible dolor de sentirte traicionado, de saber que aquella persona en la cual depositaste tu confianza no supo valorarla y la cambió por algo más.
Trataría de explicarle al resto lo difícil que es tratar de olvidar a alguien que alguna vez quisiste realmente, pero que al final no funcionó.
Me armaría de valor y pediría que alguien comprendiese la dura carga de recordar a alguien que ya partió.
Pediría que al menos una persona me sonriera y me dijera algo alegre cada vez que me ve triste.
Lucharía para que hubiera más personas que en vez de juzgarnos por nuestros defectos y errores, se tomaran el tiempo de ponerse en nuestro lugar o que nos dieran al menos una enseñanza.
Me esforzaría para que hubieran más personas que creyeran en nosotros y que nos motivarán a seguir nuestro destino, en vez de retrasarnos con sus quejas, con sus mentiras y con sus gritos llenos de reclamos egoístas.
Amaría que alguien se tomará el tiempo de comprender nuestros silencios, nuestras lágrimas, nuestra fragilidad, nuestras decisiones, nuestra fe y nuestro deseo de ser amados.
Yo entiendo todo eso y más, pero aquí estoy sentado, viendo hacía el horizonte y deseando tantas cosas que parece que nunca van a suceder.
Por alguna extraña razón las escribo y sueño con el día en que quizá alguien al leer esto cambie para mejor.
Pero por ahora, quizá nadie entienda a este ser incomprendido.
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