Recuerdo de mi adolescencia las palabras de mis profesores que nos inspiraban a alcanzar nuestros sueños, que luchemos por nuestras metas de vida, lo que no nos decían y quedaba a elección nuestra era el cómo hacerlo.
Literalmente he visto hombres y mujeres perder su dignidad solo por pasar un examen, amigos traicionarse solo por una venta, personas hablando mal de otras para ascender a un puesto, jefes ser violentos por llegar su objetivo laboral.
Dicen que lo hacen porque “cueste lo que cueste” tienen que llegar a su meta, que hay que “hacer lo que sea necesario” para progresar en la vida, pero sí de esa forma llegas a tu meta: ¿Cómo serás capaz de ver a tu familia a los ojos o a tu pareja con la misma mirada?
El “Cueste lo que Cueste” o el “Lo que sea necesario” debería significar que hay que luchar por lo que anhelamos, pero de la manera correcta, andando por el Camino angosto, sufriendo por dar cada paso o por subir cada escalón, porque en ése sacrificio está el aprendizaje y la experiencia que necesitamos para poder ser mejores y estar aptos.
Somos la generación que quiere todo automático, que queremos todo rápido y buscamos atajos o sencillez para todo, sin embargo, hay cosas en la vida que necesitan ser hechas del modo antiguo, aunque a veces de miedo o, aunque uno pueda uno tardarse en alcanzarlo.
Si llegas a tus “sueños” del modo equivocado entonces no habrás conseguido realmente nada, te darás cuenta que has perdido todo lo realmente importante, te avergonzarás de las decisiones que tomaste y sentirás culpa de las vidas que dañaste.
En cambio, si luchaste día a día por cada meta pequeña, si sacrificaste horas de sueño y confort por poder subir, si ayudaste a otros mientras escalabas, si los demás se sintieron inspirados cuando te veían luchar, entonces cuando por fin alcances tus sueños, voltearás y mirarás todo eso, observarás a las personas que están a tu lado y podrás sentirte orgulloso.
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