En mi mente una pregunta se repite mil y un veces: ¿Es mucho pedir?
¿Es mucho pedir unas manos que me sostengan tan suavemente y a la vez tan firmemente por el resto de la vida?
¿Es mucho pedir un abrazo sincero cuando estoy herido y tan cansado del trabajo, un abrazo que me abrigue el corazón?
¿Es mucho pedir un hombro sobre el cual llorar en mis peores momentos, cuando la vida se torne tan difícil de sobrellevar?
En un mundo tan lleno de egoísmo y orgullo, parece imposible encontrar el amor verdadero y sincero.
¿Es mucho pedir una mirada honesta y romántica cuando estás harto de las personas hipócritas y los falsos amigos?
¿Es mucho pedir un beso cálido cuando tienes el corazón congelado, frío por tanta maldad, helado por la frialdad que te rodea?
¿Es mucho pedir una caminata que dure el resto de la vida, que en cada paso aprendas a abrir el corazón y te sientas seguro de hacerlo?
En esos momentos de soledad te pones a pensar que el amor se hace esperar demasiado y que da miedo que pueda terminar.
¿Es mucho pedir que alguien quiera escuchar todas tus anécdotas, que piense en ti cuando nadie más parece hacerlo?
¿Es mucho pedir que alguien te sorprenda con algún detalle inesperado, con algún presente no costoso sino valioso?
¿Es mucho pedir que alguien te vea entre la multitud y te reconozca, que no le importe la vergüenza y venga corriendo a abrazarte?
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