No cedas


Me observo en el espejo, y aquel retrato tan distinto al niño que fui me genera inquietud, siento que soy la sombra de la persona que solía ser.

Ver en mi reflejo, los ojos tristes de una larga caminata y aquella sonrisa fingida que se asoma después de tantas batallas.

Toco aquel frío pedazo de vidrio como si intentara tocar mi propia alma, anhelando asir por un instante el reflejo de mis labios para hacerlos sonreír.

Rio mientras intento negar que mi adolescencia ya terminó, noto como los años no han pasado en vano al recorrer el camino de mis arrugas.

Y en susurros elevo una oración, y me digo: No cedas, por favor no cedas… Dios ayúdame a soportar, ayúdame a madurar.

La imaginación intenta recrear en el espejo un mejor rostro, buscando en mis ojos una dulce mirada hoy quizá extraviada.

Cierro los ojos y siento el cansancio de un alma agotada, mi valiente corazón ha sobrevivido el ataque de traiciones y al desamor.

Suelto una carcajada al recordar las locuras que cometí alguna vez, ocultando el miedo que sentí al creer que no estaba preparado para crecer.

Mi vida ha sido una montaña rusa, no siempre estuve preparado, a veces fui muy voluble, pero gracias a Dios sigo de pie.

Y desde mi interior elevo una oración, y digo: Gracias Dios por ayudarme a No ceder ante el miedo, ante el desamor, ante la injusticia y ante el dolor.

Miro sorprendido aquel espejo al descubrir que mis ojos aún poseen una llama de fe y mi sonrisa ha vuelto a asomarse otra vez.



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