Tarde Bohemia

Antes me sentía como un adulto en un mundo de niños y ahora quiero ser como un niño en un mundo de adultos.

La vida pareciera complicarse pero sigo el carpe diem, siempre tengo presente el memento mori, y aprendí que si es cierto el cogito ergo sum.

Me doy cuenta que con los años añoro cosas imposible como  robarle risas a la Mona Lisa pedirle abrazos a la Venus de Milo, tratar de silenciar el grito o encontrar la felicidad en la melancolía púrpura.

Como escritor me gustaría relatar en mi propia vida un amor real sin importa que al final termine en drama, escribir los versos más tristes esta noche y recordar que si la persona especial  llegara a mi vida, codo a codo seríamos mucho más que dos.

Intento cada vez con más esfuerzo no convertirme en un Dorian Gray, intento no crecer como Peter Pan, intento no vivir de fantasías y falsas aventuras como Don Quijote, intento no perderme en mi propia isla e intento no tentar al destino con una sola flecha.

Pero a veces a pesar de mi esfuerzo, me pierdo entre comas, entre puntos suspensivos y evito siempre los puntos finales.

Para mi bien, busco que mi vida se escriba entre loables comillas, que mis errores no estén marcados por signos de admiración y que mis dudas no lleven siempre signos de interrogación.

En tardes como esta me hallo solitario, ajeno a palabras y extraño de amigos, salvo por Dios.

En tardes como ésta el alma desborda letras, emana palabras y suspira versos.

Y aunque quizá nadie lo entienda, de esta manera logro mantener contento al escritor que llevo dentro.



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