Tarde de amores


Existen tardes en donde es inevitable no pensar en el amor, en donde versos tardíos llenan el corazón y en donde recuerdos fugaces se mezclan con sueños no vívidos en mi memoria.

Soy joven y a veces la espera desespera, los días parecen eternos y las horas se convierten en años mientras espero a aquella musa que logre por fin alejar la cariñosa soledad que tanto me acompaña.

Entre errores, promesas no cumplidas, rostros que nunca más serán vistos, yo intento ver tu sombra venidera, o acariciar tu llegada que a veces se vuelve tan necesaria.

Esta es posiblemente una carta a esa persona que hoy no llega pero sé que está cerca, cuyos pasos escucho llegar, cuyo canto comienza hacer eco en mis oídos.

Quizá todos mis esfuerzos sirvan para apreciar tu venida, pero a la vez he aprendido que el amor no es algo que sencillamente aparece, también es algo que se construye, es algo que toma su tiempo, es una acción en la cual se debe trabajar cada día.

Tarde de amores, momentos cargados de melancolía, instantes llenos de sentimientos encontrados, en donde desearía estar totalmente seguro de que eres la que pienso, en donde quisiera que no quepa duda de que es tu rostro el que pienso.

Y aunque sea por mi gusto por las letras y por la escritura el que este idealizando tanto el amor, no cabe duda de que en el fondo todos los sentimos, que todos esperamos la llegada de la persona que se vuelva parte de nosotros, de esa persona cuya presencia nos acompañe en este viaje y que a su lado la vida parezca un poco más bella.


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