Me paré y estuve de
pie en frente de aquel inmenso cerro, lo aprecié bien y me di cuenta que no
sería fácil de subir.
Así que paso a paso,
lento pero seguro fui y fui avanzando, ganando experiencias, tropezando a
veces, pero siempre levantándome.
El cansancio de ir
hacia arriba se hacía evidente, una pequeña voz en mi cabeza me decía que me
rindiera, que era mejor no continuar.
Volteaba solo para
darme cuenta de lo que había superado, recordaba todo lo que había subido, y
alzaba la vista para emocionarme por lo que faltaba.
La vista de lo que
faltaba era tan bella, había muchas cosas por lograr cuesta arriba, existían
muchos sueños por alcanzar en aquella cima.
Mientras subes no
puedes evitar tener algunos raspones, las marcas son señales de que nada es
fácil y que todo tiene su precio.
Cuando les
consultaba a las personas que bajaban si me faltaba mucho para subir todos
decían la misma respuesta desalentadora, así que aprendí a perseverar.
Y ya cuando sentía
que estaba muy agotado para poder seguir, me di cuenta que ya faltaba poco, lo
estaba logrando, estaba más cerca de la meta.
Pude encontrar
aquello que ahora estaba buscando alcanzar, el esfuerzo dio resultado, nada
había sido en vano y la vista era maravillosa.
Todavía falta mucho,
quiero ir cada vez más alto y más arriba, quiero avanzar lo más que pueda, dar
hasta la última gota de mi fuerza porque el cielo es el límite.
Nunca voy a
detenerme, no importa lo cansado que esté, no importa cuán difícil se ponga el
Camino, seguiré hasta la Cima y más allá.
Comentarios
Publicar un comentario